Indigo Azul

Las cosas cambian. Hoy volví a visitar mi plaza despues de casi tres meses. Durante diciembre y enero fue mi mejor amiga. Me acunó durante mis peores momentos y me abrió sus puertas a largas tardes de verano de yo y el pasto.  Aquí lloré, dormí, me enojé, sentí amor, deseo, me concentré leyendo, desahogué escribiendo, tomé mate y odié mi existencia mientras miraba el atardecer colarse entre las hojas de los arboles. Esta es mi plaza, y siempre será mi plaza, porque yo la hice mía entre tantas emociones que compartí con ella.  Hoy vuelvo a mi plaza como una persona nueva. Las cosas han cambiado, yo he cambiado, y aun asi ella me abre sus puertas y me abraza por todo lo que he avanzado. Me da las gracias por sanar, por darme el espacio de volver a empezar, por creer en mí y en la vida. Por levantarme, y caerme mas fuerte, y aun así volver levantarme con mas fuerza. Me da las gracias por confiar en ella y volverla mi confidente de secretos, y de acompañarme simbolicamente durante tantos d

Los que me conocen saben que una de mis fascinaciones es el terror en todas sus aristas posibles. El miedo es una emoción tan misteriosa e impredecible, que para algunas personas el miedo los paraliza, mientras que a otros los moviliza a tomar acción. Y qué mejor representación del terror mediante el arte: un cuadro, un libro o una película.  En este sentido, ¿Qué pasa cuando tomamos una de nuestras peores pesadillas y las ponemos en la pantalla grande? Esto es lo que han tratado de hacer muchos directores del cine del terror desde tiempos ancestrales, desde los hermanos Lumiere, al giallo italiano, a Hitchcock. Cada uno abordando un cierto tipo de terror ampliando y desafiando el género cinematográfico.  Pero en un mundo en donde todo está al alcance de tu mano pareciera difícil experimentar un terror genuino cuando el género se ha poblado de películas que desgastan los elementos clásicos del cine, como los fantasmas, monstruos o posesiones.  ¿Cómo vivimos el terror en esta nueva era?